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Médoc
El vino del Médoc, un saber hacer de excelencia
Esta región se encuentra en la orilla izquierda del río Gironda, más concretamente en el punto donde, al norte, desemboca en el océano Atlántico formando una península, o más esquemáticamente entre Burdeos y la punta de la misma. A veces se distingue un eje norte-sur («Bas-Médoc/Haut-Médoc»), con el norte de la región como tierra de prestigio histórico, que históricamente correspondía únicamente a la denominación «Médoc». También se distingue entre las Landas del Médoc, la parte continental, y el Médoc vitícola, costero, donde se produce la esencia del vino del Médoc. La AOC «Médoc» se extiende por 5800 ha, y la vid es un cultivo próspero e histórico: se producen hasta 285 000 hectolitros de vino tinto del Médoc cada año.
El territorio de la denominación Médoc combina los tres tipos de suelos del Médoc: los gravis garonenses, los gravis pirenaicos y los suelos arcillo-calcáreos. Dada la gran extensión de la denominación, estos terruños se caracterizan por una gran variedad. Los vinos se elaboran principalmente a partir de las variedades Merlot noir y Cabernet sauvignon, complementadas en proporciones más reducidas con Cabernet franc, Carmenère, Petit Verdot, Cot o Malbec.
Un vino patrimonial
El Médoc es, además, una tierra de vinos desde la Antigüedad romana, cuando ya era conocida por su comercio de vino y ámbar en todo el Imperio. La Edad Media contribuyó a su esplendor como ruta de peregrinación religiosa y cultural, tierra acogedora y próspera que recorrían los viajeros en su camino hacia Santiago de Compostela, sin olvidar saborear su siempre famoso vino. Esta edad de oro alcanzará su apogeo en los siglos XVIII y XIX, que verán la aparición de vinos que siguen siendo legendarios desde entonces: el château Labadie y el château Lafitte (¡el Haut Médoc y el vino pueden combinarse muy bien!) causaron sensación en la Exposición Universal de 1855. Cabe mencionar, como otros grandes vinos aparecidos desde entonces, los vinos Château de By o el viñedo de Poitevin, que igualan en calidad a estos vinos que han marcado la historia.
Territorio salpicado de viñedos galorromanos, testimonio de un rico pasado económico, Médoc experimentó en los años 60 un segundo impulso procedente del norte de África. En aquella época, algunos repatriados se instalaron en determinadas tierras vitícolas que habían quedado en barbecho tras importantes crisis financieras. Armados con una sólida voluntad, infundieron a los habitantes de Médoc un gran entusiasmo y revivieron parte de la región vinícola con nuevos métodos de cultivo y secretos de vinificación. La denominación de origen controlada Médoc, concedida por un decreto del 14 de noviembre de 1936, es hoy la más extensa de la región de Médoc.
Si nos atenemos a los textos, las ocho denominaciones delimitadas de la región de Médoc (desde la Jalle de Blanquefort, al norte de la aglomeración de Burdeos, hasta casi la Pointe de Grave) pueden aspirar a la denominación Médoc. Pero también cuenta con un territorio específico, situado en el norte de la península, que produce exclusivamente vinos de esta denominación. De hecho, se observa que la inmensa mayoría de los vinos del Médoc proceden del norte de la península. Entre estos diferentes crus, destacan especialmente el Château d'Escurac, el Château Haut-Maurac o el Château La Tour de By.
Las razones de la excelencia
Un gran vino nunca surge por casualidad, sino que suele ser el resultado de la confluencia de unas condiciones geográficas y meteorológicas ideales y de unos conocimientos técnicos únicos. Este es precisamente el caso, ya que el Médoc goza de una situación geográfica muy ventajosa que también beneficia a los vinos de Burdeos, la gran ciudad vecina. El clima del sur de Francia es uno de los mejores del mundo para el cultivo de la vid: un sol abundante, una humedad moderada pero suficiente para el buen desarrollo de numerosas plantas, veranos largos y calurosos y un mes de septiembre más suave son elementos esenciales para el buen desarrollo de la uva, que se impregna de sabores a lo largo de la temporada cálida sin perecer por el exceso de calor.
El Médoc también cuenta con un subsuelo excepcional, ya apreciado y admirado en la Antigüedad, compuesto por colinas pedregosas aptas para la viticultura, y optimizado desde entonces gracias al drenaje de algunos pantanos y al trabajo de los viticultores durante 2000 años, que nutren y cuidan esta tierra fértil con el fin de mejorar constantemente la calidad de los vinos. El resultado es un sabor único y sorprendente: taninos intensos que se revelan en la trama de un vino equilibrado y estructurado, definido esencialmente por su potencia, pero sin dejar de ser con cuerpo. Se afinan entre 5 y 10 años para evitar una juventud que puede hacerlos demasiado tánicos. Sin embargo, cabe señalar que en el Médoc también se encuentran vinos nacidos de suelos arcilloso-calcáreos con un carácter diferente: finos, elegantes y sutiles, a diferencia de sus primos gravosos, pueden disfrutarse incluso jóvenes.
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